jueves, 1 de noviembre de 2007

Vino (se fue)

Lo primero que hice con los 585 mil pesos fue comprar unos Lucky corrientes. Lo segundo fue cargar mi celular, hace años que no lo hacía y siempre es útil tener fáciles medios de comunicar. Aunque odie la maldita cosa.

Fui al Jumbo que queda cerca de mi casa (nunca antes lo había hecho) a comprar comida para celebrar. Me gusta cocinar. Uno de mis últimos trabajos antes de trabajar de detective fue de cocinero en una picá de Mamá en Tocopilla, y desde entonces no he podido dejarlo. Preparar comida me relaja, me desconecta un poco de este trabajo estresante y me ayuda a pensar mejor. Además de que soy muy buen chef, un prodigio natural, aunque esté mal que yo lo diga.

Tenía ganas de hacer un salmón salteado en mantequilla a las finas hierbas. Compré un frasco de hierbas alemanas, y para acompañar el salmón con un panaché de verduras compré una berenjena, champiñones, un pimentón rojo y cebollines. Discutí media hora con el idiota que trató de venderme una mierda de salmón que tenía en la vitrina. Me vio cara de inculto, probablemente.

Estaba en la sección de vinos buscando un chardonnay cuando sentí un golpe en la cadera que casi hizo que me fuera de bruces contra la góndola. Apenas alcancé a ve por el rabillo del ojo: un gigantesco hijo de puta me lanzó el carro encima con demasiada potencia como para que fuese un accidente. Me di vuelta de un salto y lo busqué para tomarlo del cuello de la camisa, pero antes de que alcanzara a sujetarlo me lanzó un golpe tan fuerte en la mejilla que terminé de dar la vuelta entera y quedé mirando otra vez a los vinos. Puso su mano en mi cuello y me empujó contra la góndola.

- Olvídate del caso –me susurró al oído con voz de matón.
- ¿De qué caso? –solo atiné a decir. Me cuesta pensar bien con una botella de tinto en el ojo.
- Tú sabes de qué caso. Olvídate de él, si no quieres que te rompa el cuello.
- Lo siento, el viejo ya me pagó. Si llego sin nada me voy a la cresta.
- Yo te voy a mandar a la cresta –dijo mientras me empujaba con más fuerza contra los estantes-. Dile que no encontraste nada, que puede quedarse tranquilo.
- ¿Cómo? –no entendía a qué se refería. ¿Cómo iba a quedarse el viejo tranquilo si le digo que NO ENCONTRÉ a su hija?
- Me escuchaste, hueón. No me hinches las hueas.

Me soltó tan de improviso que no alcancé a sostenerme y caí al piso. Cuando me di vuelta, el tipo ya no estaba. Me levanté sobándome el cuello y traté de pensar en qué mierda estaba pasando. Como me imaginaba, este caso va a ser más peligroso de lo que parecía: no llevo ni dos días, ni siquiera he empezado las averiguaciones y ya me están amenazando. Menos mal que abrí este blog. Pero voy a tener que tomar otras precauciones, también. Mejor prevenir que lamentar.

Saqué una cassata de helado para el postre, y me apuré a pagar en la caja. Cuando llegué a mi departamento, saqué las cosas y empecé a preparar el salmón. Mientras tanto, tomé mi celular y marqué los números que ya me sé de memoria. Después de un largo rato, contestaron del otro lado.

- ¿Qué quieres, Germán? –contestó ella con la misma voz molesta que siempre me tiene.
- Hola, Soledad ¿Cómo has estado, nena?
- ¿Qué quieres ahora?
- Tengo un salmón sacando un exquisito olor a finas hierbas, -le dije con mi mejor voz de galán posible- y tenía pensado comer aquí solo en mi departamento, pero me di cuenta que ¡maldición! compré demasiado, y se me ocurrió pensar en ti, no sé por qué ¿Te tincaría venir a ayudarme a comer todo esto que estoy preparando, para así evitar que cometa la locura de botar tan rica comida?

Tardó unos segundos en contestar.

- No, no puedo, tengo cosas que hacer. Debiste haber calculado bien las porciones, no es problema mío.

Y colgó, dejándome con la respuesta en la lengua. Guardé el celular en el bolsillo de la chaqueta y seguí cocinando. Cuando estuvo listo, me llevé la mitad en un plato al sillón y guardé el resto en el refrigerador. Prendí la tele y la dejé en las noticias: “Jóvenes satánicos profanan tumbas en Cementerio General de Valparaíso”. No alcancé a probar el primer bocado de salmón cuando se cortó la luz.

“Mierda”, pensé. “Se me olvidó pagar las cuentas”.

3 comentarios:

huitrandearezou dijo...

Esos métodos de disuasión tienen larga data en esta babilonia.

Cuídese la espalda

Dr. Macacus dijo...

¡Qué estilo!
Todo un investigador privado fracasado, tal y cual ciento sesenta y dos películas de Hollywood los han retratado.
Excelente material.
Le aconsejaría comprar gas pimienta.

Dr. Macacus dijo...

A juzgar por las llamadas de su parte que no llegan, pienso que debería contratar a otro detective que no pase todo el día bebiendo Gin Tónic, del caro. Así es: su amigo Sergio me contó lo que hace todas las noches. ¿Así es como investiga, cómo se gasta el dinero?
Valenzuela